Cuaresma (2)

El amor debe ser capaz de sacrificio

¿Qué es lo que haremos para vivir esta Cuaresma santamente? ¿Estaremos junto a Cristo sufriente no solo con nuestra compasión sino también con nuestra actividad plena de amor misericordioso? Somos la Iglesia militante y peregrina. Para nosotros no hay tranquilidad cómoda. Embestidas con el carisma de la contemplación y la misericordia nos enbarcamos por el camino del amor perfecto y nos decidimos a esforzarnos comstantemente para que Jesús misericordiose sea visible a travésde nuestro servicio humilde.

Nuestro amor debe ser capaz de sacrificio. De lo contrario no es verdadero amor. Sin morir a sí mismas no seguiremos adelante. Cojamos la fuerza, el coraje y la luz de la Pasión de Nuestro Señor. Contemplemos la cruz de Cristo, meditemos su camino de dolor al patíbulo en compañía de la Madre dolorosa para que nosotros también aceptemos nuestro destino con todo su peso.

Que el contemplar la cruz, que es muestra del amor de Jesús a los hombres nos capacite para el sacrificio perfecto, para la propia transformación.

Cuanto mas encendido sea este esfuerzo, mayor sera la medida de la misericordia de Dios para tocar nuestros corazones para que se transformen, llenen y sanen, para que el alma se convierta en una fuente de amor para los demás.

Confiando en la bondad de Jesús y en companía de la Madre Dolorosa y Misericordiosa entremos en el silencio del desierto de la Cuaresma donde se calla el clamor del mundo, y Dios habla.

Tenazmente busquemos la soledad con Cristo sufriente. Aprendamos qué es el silencio, para que experimentemos los frutos cuaresmales.

"Sólo los espíritus pequeños odian el silencio." (P. Vícha)

Recemos con frecuencia el Via Crucis. Aquí propagamos el fuego de nuestros ideales. La misericordia verdadera no es posible sin amor al Crucificado.

¡Entendamos nosotras también la dimensión que tiene la Cuaresma, el tamaño de hoy! ¡Vivamos una vida santa!

Pienso en vosotras, os deseo una inmersión profunda en el misterio del Sufrimiento y, diariamente en el silencio del sagrario, con afecto os bendigo.

Vuestra Hermana María Adalberto.