Palabras (10)
Nuestra renovación, queridas hermanas, no está terminada.
Ciertamente sentimos como es inmensamente necesario que en nuestra renovación esté la fuerza de la oración y de ella, el don poderoso de la luz. Para nosotros, sobre todo hoy en día, valen las palabras de Cristo: ¡velad y orad! (Marcos 14,38) orar sin cesar (1Tes 5,17).
Si no aprendemos el gran arte de la oración, no vamos a velar ni ser sensibles a las posibilidades que el Señor nos ofrece.
Entonces, en lugar de renovación, puede ser deformación.
En lugar de producir luz, oscuridad…
En lugar de sentido y valoración de las cosas de Dios nos quedamos en el exterior, en la forma y la trivialidad.
De esta manera no seremos bendecidas y decepcionaríamos las expectativas de la congregación, de la Iglesia e incluso del mundo.
Queridas hermanas, creo que la mayor preocupación debe ser que la renovación en la oración tega prioridad y que así, las otras tareas se resuelvan en el espíritu de la oración y en relación con la vida real de oración.
Del discurso de apertura de la Madre Adalberta en el VIII Capítulo General, 1976