Palabras (13)

Para nosotras, la pureza no es renuncia, no es auto obligarse,  sino felicidad.

No es la soledad del corazón, sino la preparación del corazón para un amor más grande y más maduro.

No es para nosotros pregunta, sino respuesta.

Ya no es promesa sino realidad.

Si pudiesen ser vistos ya encumbrados en el tiempo los frutos de nuestra pureza. La fidelidad que mantenemos con Cristo revela también la pureza de lo nuevo. ¿Qué es ahora para nosoteos la pureza?

Recordemos ¿qué hemos prometido con el voto de castidad?

Hemos renunciado al matrimonio. Pero incluso entonces sabíamos que era más, que era entregarse entera al amor de Dios. Hoy en día, esta segunda página la vivimos como un don de Dios, como una gracia, como la consagración interior y la entrega del lugar más profundo del ser humano que comúnmente se lo llama corazón.

Madre Adalberta, Capítulo de la renovación de la vida religiosa,  KOŘŽ 1/1974