Palabras (3)
Nuestra renovación, queridas hermanas, no está terminada. Seguramente cada una siente como es inmensamente necesario que nuestra renovación sea por el poder de la oración y de ella el don abundante de la luz. Para nosotros especialmente hoy valen las palabras de Cristo: „¡Velad y orad!“ (Marcos 14,38) „Orad sin cesar“ (1 Tes 5,17).
Si no aprendemos el gran arte de la oración, no estaremos vigilantes ni seremos sensibles a las posibilidades que el Señor nos ofrece.
Entonces, en lugar de renovación puede ser deformación.
En lugar de luz, producimos oscuridad.
En vez de ver el sentido y valor de las cosas de Dios nos estancaremos en lo exterior, en la forma y las trivialidades.
De esta manera no seremos bendecidos y decepcionaríamos las expectativas de la congregación, de la Iglesia y del mundo.
Queridas hermanas, creo que la mayor preocupación debe ser que la renovación en la oración tenga prioridad y que todas las demás tareas se resuelvan en el espíritu de la oración y en relación a la verdadera vida de oración.
Del discurso de apertura de la Madre Adalberta en el VIII Capítulo General, 1976